La palabra radiofónica
-Parte 2
La estricta
interpretación lingüística del lenguaje verbal en la radio ha sometido a la
palabra radiofónica al desahucio de su especificidad. La palabra radiofónica
excluye la visualización expresa del interlocutor; esa circunstancia la hace un
tanto extraña a los esquemas lingüísticos que definen la comunicación
interpersonal en el lenguaje natural. No hay que olvidar que el lenguaje
radiofónico es un lenguaje artificial, y que la palabra radiofónica, aunque
transmite el lenguaje natural de la comunicación interpersonal, es palabra imaginada, fuente evocadora de una
experiencia sensorial más compleja.
Sin embargo, al “orador
radiofónico”, sin auditorio alguno y en soledad, se le exige también
elocuencia: a través de una forma expresiva tan individualizada como es el
monólogo, el locutor ha de expresar ideas y sentimientos a los radioyentes; en
definitiva, ha de comunicarse con ellos. Esta dificultad entraña una actitud
comunicativa específica de la radio: el locutor ha de proyectar sobre el acto
comunicativo que construye con su voz la abstracción de un oyente u oyentes
imaginarios. La dificultad es generalmente atenuada con el uso de formas
pronominales en la expresión verbal, que dejan más evidente la direccionalidad
del acto comunicativo verbal (“como ya saben ustedes…”; “como ustedes
recordarán…”). Otro factor atenuante: el efecto psicológico de la
“auto-audición”, que resulta del retorno
que los auriculares realizan de la propia voz del locutor sobre sí mismo;
escuchando su propia voz a través de los auriculares, el locutor recibe una
primera impresión psicológica de interlocución consigo mismo.
Otro elemento
característico del contexto artificial y específico de la palabra radiofónica
es la particular integración que el acto comunicativo verbal resuelve de los
procesos de expresión mediante lectura de texto escrito o mediante la
improvisación verbal. Tanto si la expresión de la palabra radiofónica
resultante es una lectura de texto escrito o se trata de una improvisación, el radioyente
recibe una misma impresión de realidad: el locutor se dirige a él, le mira a
los ojos, le grita o le susurra a los oídos y le transmite una determinada
información. Cuando el locutor lee un texto está intentando reproducir un
contexto comunicativo natural, de
cierta intimidad; así, es necesario eliminar el efecto distanciador que supone
saber que el locutor no te habla,
sino que mira un texto.
Lógicamente, las
convenciones narrativas de cada género radiofónico decidirán unos usos
particulares de la palabra radiofónica y de la expresión supuestamente más o
menos “natural” del texto escrito. Pero el locutor, he aquí una de las
paradojas de la comunicación radiofónica simulará siempre esta realidad lectora/distanciadora
expresándose con la mayor “naturalidad”.
El texto escrito para la
radio es un texto sonoro, pues sólo así será “leído” para el radioyente. Por
consiguiente es necesario integrar en la redacción de este texto aquellos
recursos expresivos que connoten la referida impresión de la realidad acústica,
la misma sensación de naturalidad y espontaneidad del discurso improvisado.
En la improvisación
verbal radiofónica es necesaria también una especial sensibilidad hacia el uso
de la pausa o silencio. Los códigos culturales del profesionalismo radiofónico
nunca han considerado el silencio como un recurso expresivo positivo. Contra
los supuestos “peligros” de la pausa, el locutor intenta llenar todo el vacío
acústico con ráfagas de palabras. El temor a la pausa o la falta de hábito en
el uso de la misma son factores decisivos en la improvisación verbal.
Armand Balsebre
(Fragmentos) El lenguaje radiofónico, Cátedra, 2000