El lenguaje radiofónico
Existe lenguaje cuando hay un conjunto sistemático de signos que permite un
cierto tipo de comunicación. Que un lenguaje se caracterice por una agrupación
de signos es lo que define como sistema semiótico. La función comunicativa del
lenguaje encierra un doble aspecto:
·
El código o
repertorio de posibilidades para producir unos enunciados significantes.
·
El mensaje o
variaciones particulares sobre la base del código.
La lingüística moderna fija también un tercer aspecto entre el código y el
mensaje: el uso social y cultural.
Todo lenguaje, pues, es un conjunto sistemático de signos cuyo uso genera
la codificación de mensajes en un proceso comunicativo interactivo entre emisor
y receptor. No es posible la comunicación sin el lenguaje, pero ¿es posible el
lenguaje sin la comunicación? La fundamentación de la existencia del lenguaje
está en su decodificación, en su percepción e interpretación. Por consiguiente,
no existe lenguaje si el sistema semiótico que lo comprende no incluye también
su uso comunicativo.
La comunicación sólo es posible cuando el repertorio de elementos del que
toma forma y organización la secuencia de signos que constituye el mensaje es
conocido tanto por el emisor como por el receptor. En los lenguajes modernos
(cine, radio…), tal conocimiento reviste una cierta complejidad: a través de la
reiteración del hábito rutinario de consumir películas o programas, las
audiencias aprenden a leer el mensaje,
se familiarizan con las claves del repertorio de signos que construye el
mensaje y hacen posible su decodificación, pero ignoran las claves de su
producción: aprender a hablar los
lenguajes modernos supone un proceso mucho más complejo, especialmente por la
incorporación al repertorio de
elementos de la noción tecnología.
Cuando más comunes y consensuadas estén las estrategias de producción de
significado, de codificación y desciframiento, más eficaces serán los mensajes
en la comunicación emisor-receptor. El creador del mensaje y su interpretante
necesitan revisar constantemente los pactos
que determinan en cada momento un mayor o menor acuerdo en las variaciones
particulares de los códigos comunicativos para la producción de mensajes. Por
consiguiente, el creador del mensaje necesita incorporar también al proceso de
codificación los usos sociales y culturales de los lenguajes en cada contexto
particular para obtener el mayor grado de eficacia comunicativa.
El sonido es definido como todo ruido elaborado o clasificado en una cadena
significante. A partir de esta genérica proposición, es una primera
aproximación específica a la definición del sistema semiótico radiofónico,
podemos concebir a los mensajes sonoros de la radio como una sucesión ordenada, continua y significativa de “ruidos” elaborados por
las personas, los instrumentos musicales o la naturaleza, y clasificados según
los repertorios/códigos del lenguaje radiofónico.
En el principio, cuando este medio fue creado para la difusión de
información a un público lejano y heterogéneo, el mensaje sonoro de la radio
surgía básicamente como discurso que imitaba la expresión de la naturaleza a
través del sonido; más concretamente, como expresión que imitaba el universo de
la palabra-sonido, la logosfera, que
restituía al hombre la fuerza comunicativa de su voz, muchas veces subordinada
a la palabra-escrita o gratosfera.
Desde esta perspectiva, el mensaje sonoro de la radio era únicamente transmisor
del lenguaje verbal de la comunicación pública o interpersonal, aunque con la
particularidad de su aparente ceguera;
los códigos sonoros del nuevo lenguaje radiofónico, sólo reproductores de los
códigos del lenguaje verbal.
Con el desarrollo tecnológico de la reproducción sonora, la adaptación al
nuevo contexto perceptivo imaginativo,
que determinaba una manera distinta de escuchar
el sonido, y, también, con el pleno convencimiento de que el mensaje sonoro de
la radio podía transformar y tergiversar la expresión de la naturaleza, a
través de la ficción dramática principalmente, creando nuevos paisajes sonoros, nacieron rápidamente
unos nuevos códigos, nuevos repertorios de posibilidades para producir
enunciados significantes.
Intentando huir de la ambigüedad del concepto ruido, Abraham Moles[1]
1920-1992) clasifica el mensaje según tres sistemas sonoros bien diferenciados:
·
El proceso secuencial del discurso hablado, basado en símbolos “acústicos”: los objetos
sonoros de la fonética.
·
Los sistemas “acústicos” que reproducen una imagen concreta del desarrollo sonoro de
un acontecimiento.
·
La música, que se presenta como un caso particular de
comunicación “no figurativa”, constituida por elementos “abstractos”.
Moles no habla en esta clasificación, en ningún momento, del silencio. Es cierto que la noción de silencio se afirma y define generalmente
por su oposición al sonido: el silencio es ausencia de sonido; el silencio en
la palabra es la pausa o ausencia de palabra. Si así fuera, sería razonable no
clasificar el término como un elemento del mensaje sonoro, pero la información
que transmite el silencio en la radio tiene suficiente significación como para
considerarlo un elemento más del mensaje radiofónico: el sistema expresivo no
sonoro del mensaje radiofónico.
El estudio del mensaje sonoro de la radio, atendiendo a su carácter de
mensaje interpretado o decodificado, nos remite a un nuevo concepto, el de la forma sonora, como una nueva vía para
comprender la naturaleza de los mensajes sonoros desde la perspectiva de la
percepción.
Aunque la percepción sonora se desarrolla mediante un esquema de análisis,
de descomposición del todo en sus partes, distinto al esquema de síntesis de la
percepción visual, es perfectamente válido afirmar que las formas sonoras
también son conjuntos significativos, organizados en estructuras, cuya
totalidad es percibida como algo superior a la suma de partes.
La idea de la percepción de la totalidad como algo superior a la suma de
las partes es esencial para entender la complejidad del mensaje sonoro de la
radio, cuyos sistemas expresivos, la palabra,
la música y el ruido o efecto sonoro,
constituyen el material sonoro del lenguaje radiofónico como una totalidad
también superior a la suma de sus componentes: la función expresiva de la radio
nace de la codificación de un lenguaje nuevo, resultante pero distinto de la
suma del lenguaje verbal, el lenguaje musical y los efectos sonoros.
Armand Balsebre
(Fragmentos) El lenguaje radiofónico, Cátedra, 2000
[1] Estudió ingeniería
eléctrica en el Instituto Politécnico de Grenoble y se doctoró en física en la
Soborna de París (1952). Encargado del departamento de acústica y vibración del
Laboratorio de Estudios Mecánicos del CNRS en Marsella.