sábado, 8 de octubre de 2011

Recorriendo el dial



La "característica" o agrupación de letras o de letras y números, que identifica a las emisoras, fue durante varios años su nombre en el aire, el único que reconocía la Dirección de Correos y Telégrafos. Sólo en 1933 esta repartición dispuso registrar las denominaciones de cada estación. Un año después se estableció la obligatoriedad de emplear la palabra "radio" entre la característica y el nombre elegido, por lo cual LR 8 Cine París se convirtió en LR 8 Radio París, LS 5 Estación Rivadavia en LS 5 Radio Rivadavia y LR 4 Grand Splendid, pasó ser LR 4 Radio Splendid. También las que utilizaban la palabra broadcasting debieron cambiarla: LS 1 Broadcasting Municipal se transformó en LS 1 Radio Municipal y LR 6 Broadcasting La Nación en LR 6 Radio La Nación, más tarde Radio Mitre.

Radio Splendid inició, a mediados de 1931, una nueva orientación en lo referente a publicidad radial. Tras emitirse el noticioso del diario La Prensa de las 19.30 no se pasaban más avisos sueltos, con lo que se extinguían las largas tandas publicitarias. Esta misma emisora ofrecía, los martes y jueves, "La Hora Yerbaté", programa en el que actuaba sin interrupciones la orquesta sinfónica de la emisora puesta bajo la batuta de José María Castro. También las audiciones auspiciadas por Atwater Kent y Hartman, dos afamadas marcas de receptores, difundían los domingos óperas que se transmitían sin intrusiones publicitarias. Igual modalidad tenía "La Hora Geniol", programa de Radio Rivadavia.

La radio siempre estuvo concebida para un público masivo y por eso el tono de las emisiones fue predominantemente popular, en un conjunto en el que tampoco faltaron flagrantes muestras de mal gusto populachero. Pero había, a la vez, una cantidad apreciable de audiciones de alta jerarquía artística, preferentemente propaladas en vivo, sobre todo mediante el concurso de las orquestas estables de que disponían varias emisoras, como LR1 Radio El Mundo, conducida por el maestro Juan José Castro (3) y de la que participaban 60 instrumentistas.

En el área correspondiente a la sensibilidad popular, la radiotelefonía es  y era , indudablemente, una excepcional vía para promover el comercio, sobre todo el de productos de la industria discográfica y, en general, de los que atraen el interés del público femenino, perpetuo integrante fundamental de las audiencias.

Como sabemos, la fuerza de la radio en cuanto elemento doméstico es su penetración, su capacidad de información y comunicación. Acompaña a la gente durante horas, en todo lugar y a distancias cada vez mayores. Nos informa, ilustra, entretiene, da música, hace reír y emocionar: una ciudad sin radio sería una ciudad sin voz.

Edgardo J. Rocca
Fragmento del artículo que fue publicado en “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires”  (N° 9 y 10, Mayo y Julio de 2001, respectivamente), que autorizó su reproducción a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Familia, Fútbol, Tango


Hacia 1940 la radiofonía argentina ya había alcanzado un importante desarrollo económico y un impacto comunicativo incomparable. La campaña electoral de 1946 tuvo a la radio como escenario de difusión de las ideas políticas, convirtiéndose en herramienta de propaganda y de construcción de la opinión pública, no siempre bien vista por todos.
El radioteatro continuaba ganando adeptos, en especial por parte del público femenino que seguía fielmente las voces y peripecias sentimentales de Oscar Casco, Hilda Bernard, Susy Kent, Rosa Rosen, Eduardo Rudy, Jorge Salcedo o Julia Sandoval, con guiones de Abel Santa Cruz, Nené Cascallar y María del Carmen Martínez Paiva.
En 1940 debuta Niní Marshall con Cándida y Catita, iniciadoras de una extensa lista de personajes que se tornarían inolvidables. Tres años más tarde la Dirección Nacional de Radiodifusión prohibirá sus actuaciones por considerar que “tergiversaban el correcto idioma”. Niní volverá a la radio en 1954.
A propósito del humor, en 1944 salía al aire por primera vez Felipe, el célebre personaje de Luis Sandrini, que tendría una vigencia ininterrumpida de veintitrés años, secundado por Juan Carlos Thorry, Tincho Zabala o Magacha Gutiérrez, entre otros. Diversas figuras protagonistas de la risa fueron también Pepe Arias, el dúo Buono–Striano, Juan Carlos Mareco (a) Pinocho y Pepe Iglesias (a) El Zorro.
Los programas musicales continuaron siendo un número fuerte, aunque volcados por entonces hacia géneros más populares que la música clásica. Las orquestas típicas, las de jazz, los solistas de moda y hasta el recitador eran los ingredientes esenciales de un buen show radiofónico. Son además años de crecimiento del folklore. Antonio Tormo, que en 1937 integraba La tropilla de Huachi Pampa, imponía el gusto mayoritario en su programa El Fogón de los Arrieros.
Enrique Santos Discépolo, en tanto, con su personaje Mordisquito se convertía en un emblema incuestionable de la época, a través del diálogo imaginario con ese personaje que no reconocía las conquistas sociales del peronismo. El ciclo, de gran éxito, se vio interrumpido con la muerte del autor ya concluida esta década en la que el Estado Nacional había recuperado todas las licencias de manos privadas y extendido la creación de nuevas emisoras en el interior del país.

sábado, 10 de septiembre de 2011

De entretenimiento a lo social

Expresión social de la radio

Indudablemente la radio surgió bajo el impulso vital de una consigna de muchos que de un extremo a otro del mundo ansiaban la novedosa comunicación a distancia. La radiotelefonía demostró su valor y ventajas como medio de educación, comunicación y propaganda. Se advirtió simultáneamente, que la palabra hablada era en ciertos casos, más convincente que la escrita y que se integraba directamente en la mente de los oyentes.

Si resulta difícil ubicar con certeza las fechas históricas de ciertos acontecimientos que cambiaron el ritmo y el cariz de la vida de miles de personas, con el nacimiento de la "afición radiotelefónica" esa duda no existe: fue el 27 de agosto de 1920, en Buenos Aires.

No pareció ser más que un entretenimiento; un juego que utilizaba el invento de Guillermo Marconi para transmitir y recibir a través del éter las ondas hertzianas, pero el tiempo transformó el hobby de los llamados 'locos de las azoteas" en algo imprescindible en los hogares. Los receptores presidieron las mesas de muchas familias con su música, sus noticias, sus radioteatros, sus cómicos, sus partidos de fútbol y sus obras teatrales transmitidas directamente desde los escenarios porteños.

Tras el advenimiento de la radiotelefonía comercial la actividad radiofónica cobró creciente importancia y los acelerados progresos técnicos trajeron un marcado mejoramiento de las transmisiones, tanto en nitidez como en alcance. Surgieron entonces, programas de verdadera repercusión entre el público y ya para fines de la década del 20 y durante toda la siguiente, la radio alcanzó una popularidad inimaginable pocos años antes.

Las transmisiones comenzaban por la mañana y se prolongaban hasta pasada la medianoche en un permanente contacto con el oyente, a punto tal que hubo noticias y avisos comerciales que llegaron a ser arquetípicos, con una modificación en los usos y costumbres que afectó los hábitos personales e hizo que la gente se lavara los dientes tres veces por día con tal o cual dentífrico, o usara un jabón para la ropa; otro para higienizarse y un tercero en escamas para la ropa interior, recomendados por estrellas y astros del cine o bien por los propios locutores. Los niños, por su lado, debieron tomar su leche Toddy o Cocobay mientras escuchaban las aventuras de Tarzán.

Edgardo J. Rocca
Fragmento del artículo que fue publicado en “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires”  (N° 9 y 10, Mayo y Julio de 2001, respectivamente), que autorizó su reproducción a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.


miércoles, 31 de agosto de 2011

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA AGENDA TEMÁTICA

AGENDAS: TEMÁTICA VS. PROBLEMÁTICA
(¿De qué habla la gente?)

Esta mañana en el tren, ¿de qué hablaba la gente? (...) ¿Cómo se arma la agenda temática de la gente? Y también: ¿por qué lo hace?,¿desde qué marco teórico?, ¿cuáles son las ideas/fuerza de sus discursos?, ¿qué "valores" o "disvalores" le atribuyen a determinados hechos o personas?
Ante cada uno de estos interrogantes cobra relevancia la acción que despliegan los medios de comunicación. Aun cuando no adscribamos a las teorías que les asignan un poder omnímodo (y perverso) sobre las conductas de la gente, negarse a ver sus intencionalidades resultaría un hecho de ingenuidad inexcusable.

Expresado de otro modo, no postulamos el carácter absolutamente manipulador de los medios, pero tampoco podemos ignorar un cierto tipo de incidencia sobre la comunidad y sus formas de conocimiento cotidiano. Esa incidencia se refleja en los modos de percibir y organizar el entorno por parte de la gente, así como en la dirección e intensidad de su atención.

La actividad comunicativa medial produce la jerarquización o el relegamiento temático en virtud de su tarea selectiva. De este modo, el fenómeno de la opinión pública se construye tanto por el libre intercambio de sentidos fundado en la capacidad dialéctica de los individuos, cuanto por la presión ejercida desde los medios en términos de la valorización/desvalorización que proponen.
Bernard Cohen ya lo explicitó respecto de la prensa:

(...) en la mayoría de las ocasiones no tiene éxito diciendo a la gente cómo ha de pensar, pero continuamente tiene éxito diciendo a sus lectores sobre qué han de pensar.

El proceso se logra a través de la presencia destacada, constante, pública y masiva de ciertos temas, que terminan instalándose en la discusión cotidiana de la audiencia. En definitiva, la agenda pública está fuertemente prefigurada por el discurso de los medios.Y, aunque resulte obvio, conviene alertar sobre los riesgos de estos procedimientos que pueden constituirse en recursos distractivos o distorsionantes de temáticas genuinamente prioritarias.

Haye, Ricardo, Noticias de un medio cautivante. Otro siglo de radio.(Fragmentos) La Crujía Ediciones

sábado, 27 de agosto de 2011

Antonio Carrizo



Maestro de la locución, animador y periodista, fue testigo y protagonista de pasajes memorables de la radio argentina y uno de los pioneros de la televisión.
 

Antonio Carrizo. Bienvenido Sábado (1965)
Su historia se inicia en General Villegas, su pueblo. Comenzó a trabajar en una propaladora, como viajante propagandista. En un camioncito con altoparlante y promocionaba “Mejoral” y otros productos por los pueblos. Poco después de cumplir con el servicio militar, llega a Buenos Aires y comienza a trabajar en Radio del Pueblo y Radio Belgrano. Junto a Beatriz Taibo oficiaban como "locutores fraseros". En un reportaje realizado por Marina Zucchi, Antonio Carrizo recuerda: "En la tanda Beatriz decía: ‘Tránsito parado, ¿Qué habrá pasado?’, y yo respondía: ‘Habrá pasado una chica Sunlight’. Luego recuerda algunos de los slogans: ‘Hola, qué tal, amigos de Mejoral’, ‘Sea más hermosa esta noche, use jabón Lux’…”.
 
En 1949, Julio César Barton le toma una prueba y comienza a trabajar en Radio El Mundo de Buenos Aires. En poco tiempo se convierte en jefe de programación. Allí se relacionaría con Ignacio de Soroa, Luis Sandrini, Tita Merello y Niní Marshall, entre muchos otros. En 1966, comienza a trabajar en Radio Rivadavia, la nueva meca de la radiofonía argentina, donde se encontraban los mejores: Rubén Aldao, Juan Carlos Mareco y Jorge Fontana. Inicia un programa legendario, “La vida y el canto”, que se mantuvo dos décadas en el aire. En este programa Carrizo entrevistó a las personalidades más destacadas de la época, entre ellas a Jorge Luis Borges. Los textos de estas entrevistas que luego originarían el libro “Borges, el memorioso”.

Antonio carrizo participa desde su inicio de la televisión argentina En los ’50 se incorpora como locutor a Canal 7. En 1964, Alejandro Romay lo invita a conducir "Sábados Continuados", por Canal 9, donde presenta a los ídolos musicales del momento: Palito Ortega, Violeta Rivas, Johny Tedesco, Lalo Fransen, Nicky Jones y Chico Novarro, entre muchos otros. Al año siguiente, el éxito se repite con “Bienvenido sábado” –se emite por Canal 7, de 14 a 20 hs. Por su escenario, no sólo pasan los consagrados en el Club del Clan sino también artistas de todas las tendencias: Raúl Lavié, Los TNT, Mr. Chasman y Chirolita, Zulma Faiad, Horacio Guarany, Los Iracundos y Rolo Puente, por mencionar muy pocos. En ese mismo canal, durante los ’70, junto a Magdalena Ruiz Guiñazú, conducirá "La Primera de la Noche", un ciclo periodístico de altísima audiencia. En los ’80 condujo recordados programas como "Polémica en el Fútbol" y fue partenaire de Juan Carlos Calabró, en el sketch “El Contra”. También participó de proyectos cinematográficos: El barro humano (1955), El noveno mandamiento (1962), 2. Muchachos impacientes (1965) y Puerta 12 (2008) –entrevistado.
 
Su trayectoria lo hicieron merecedor de numerosos premios: Martín Fierro; el Premio Cortázar de la Cámara Argentina del Libro; la Cruz Isabel la Católica de la Embajada de España y el título de Caballero de la República Italiana".

www.argentina.ar

Historia de la Radio en la Argentina (1950-59)



Desde 1950 hasta 1959


Los años 50 corrieron paralelos al nacimiento de la TV, que sería con el andar del tiempo y antes de conformar cada medio su público, su principal competidora. Así fue como Radio Belgrano pasó a ser LR3 Radio Belgrano Televisión.
La muerte de Evita dejó testimonios en la radiodifusión. Durante los 16 días siguientes no se escuchó más que música sacra y se impuso la costumbre de evocar la hora del deceso con la expresión: "Son las 20.25, hora en que Eva Perón pasó a la inmortalidad."
En octubre de 1953 el Parlamento promulgó la Ley 14.241, la primera en el campo de la radiodifusión sancionada con el Congreso en funcionamiento.
Esta década centró su atención en la programación familiar. Los Pérez García será uno de los productos de mayor audiencia del horario nocturno y conservará ese lugar de prestigio durante muchos años. La clase media argentina aprendió así a “ver” sus propios conflictos cotidianos a través de la radio y le entregó su fidelidad. La audición de Jabón Federal por Radio Belgrano, se centró también en esta franja de público, alcanzando el primer lugar en la preferencia de los oyentes.
La música de entonces se focalizó en el folklore (con propuestas como El Rancho 'e la Cambicha) y fundamentalmente en el tango, que consagraba a intérpretes populares como Alberto Castillo. Alejandro Romay, por su parte, animaba Lluvia de estrellas, el que a su vez competía con Una cita con el tango y Mundo de tango.
Los programas cómicos, que ya habían consolidado un camino en décadas anteriores, se impusieron con holgura. Son los años de Los cinco grandes del buen humor (con Rafael Pato Carret, Jorge Luz, Juan Carlos Cambón, Zelmar Gueñol y Guillermo Rico), de La Revista Dislocada de Delfor Discasolo y Aldo Cammarota en Radio Argentina (el primer programa donde la publicidad se integraba al clima risueño y chispeante de la audición).
El radioteatro, en tanto, pugnaba por conservar su audiencia femenina, que comenzaba a serle disputada por la televisión. A los nombres de los guionistas de la década anterior, se sumaron los de Alberto Migré, Celia Alcántara y Alma Bressán.
El deporte sumó también nuevas voces y estilos: Fioravanti, el campechano Lalo Pelliciari y Luis Elías Sojit con su programa de automovilismo: Coche a la vista.
La modificación tecnológica más importante se sitúa en 1956, con la llegada a la Argentina de las primeras radios portátiles a transistores, hecho que volvería a modificar las condiciones de escucha. Así el aparato receptor se desplazaría con el oyente, fortaleciendo las condiciones de fidelidad, ya sea a una emisora o a una voz en particular.
A partir de 1957, con la nueva reglamentación de la radiodifusión, el medio entró en un terreno complejo. La censura y el cuidado de los contenidos en los programas se convirtieron en una práctica frecuente.

sábado, 13 de agosto de 2011

Historia de la Radio en la Argentina (hasta 1940)



Desde el inicio hasta 1940





Pelea Firpo-Dempsey
















Ya en esa primera década de su historia, la radio ofrecía de manera incipiente los géneros y formatos que la habrían de caracterizar posteriormente. En 1921, la transmisión de música clásica se convertía en un hecho de frecuencia casi diaria. Al año siguiente, la noticia cotidiana ganaba espacio con la transmisión en vivo de la asunción de Marcelo T. de Alvear como presidente de la República.  En septiembre de 1923 entraba el boxeo, con la célebre "pelea del siglo" entre Luis Ángel Firpo (a) El Torito de las Pampas y Jack Dempsey desde el Polo Grounds de Nueva York y en octubre del año siguiente lo hacía el fútbol, con un partido disputado por uruguayos y argentinos. Alrededor de esa fecha también –algunos estudiosos señalan que un poco antes– se ponían al aire los primeros reclames (el galicismo denominaba así a los avisos publicitarios). Hacia el final de la década nacía el radioteatro, cultor inicial de la vertiente criollista y nativista de delgado hilo argumental, centrado en canciones y payadas. 

Sonidos para un radioteatro
Oscar Casco, actor de radioteatros
El origen se atribuye hoy a Francisco Mastandrea con La caricia del lobo, éxito que continuará Andrés González Pulido con su conjunto Chispazos de tradición y que luego concretará expresiones más rigurosas con dramas históricos y escenas nativas de Arsenio Mármol y Héctor P. Blomberg.
A la pionera Radio Argentina, se sumarían en breve: Radio Cultura, Radio Sud América, LOU Radio Brusa (hoy Excelsior), Radio Libertad (hoy Mitre), Radio Casa América, Radio Grand Splendid (hoy Splendid) y Radio Nacional (luego Belgrano). En 1924 surgía en Rosario "la primera emisora cerealista del país", mientras se producía una de las innovaciones tecnológicas más radicales: la introducción de los parlantes, modificando sustancialmente las condiciones de escucha. El aparato receptor se ganaba así un lugar importante en el hogar, reuniendo a su alrededor a la familia entera. En tres años, el número de aparatos había crecido de manera sorprendente y surgían ya los primeros conflictos que llevaron a reglamentar la frecuencia de emisión entre 1925 y 1929.
Los años 30 acentuarán esta tendencia a la expansión. Al éxito de Splendid y Belgrano se suma Radio El Mundo en 1935 con un edificio monumental de siete estudios y dos auditorios, mientras el empresario Jaime Yankelevich crea desde Belgrano las primeras transmisiones en cadena. Las revistas especializadas: La canción moderna y Radiolandia dan cuenta de este auge.
Tito Martínez Delbox
A la vez el radioteatro amplía su temática extrayendo asuntos de la producción folletinesca, donde abundaban huérfanos, madres solteras, grandes villanos y amores imposibles pero eternos. Por su parte, hacia fines de la década, el deporte había consolidado su audiencia y Alfredo Aróstegui ponía al aire El Relato Olímpico, en tanto que Tito Martínez Delbox creaba Gran Pensión El campeonato que mantendría su vigencia por más de diez años. Las voces de Horacio Belbo y Ricardo Lorenzo "Borocotó" con sus relatos de fútbol y boxeo atrapaban a la audiencia de entonces.
El público se segmentaba de acuerdo con la edad, el sexo y la extracción social. Crecía por entonces el género infantil, mientras se posicionan las historias policiales y la comedia breve para el gusto adulto.
En 1937 inició sus transmisiones Radio del Estado desde el entrepiso del Palacio de Correos y Telégrafos y sin emitir publicidad comercial. Ante la demanda de un aporte mayor a la cultura, llevó adelante un proyecto innovador para la época: la "Escuela de aire", que permitía la escucha de programas elaborados por el Ministerio de Educación en todos los establecimientos públicos del país.

sábado, 6 de agosto de 2011

Los Pérez García

'LOS PÉREZ GARCÍA', UN CICLO QUE HIZO HISTORIA.

A LO LARGO DE 25 AÑOS, LOGRÓ UNA EXTRAORDINARIA IDENTIFICACIÓN CON EL PÚBLICO. EL RECUERDO DE NINA NINO.

Surgieron en Radio El Mundo en la década del 40. Era una familia radiofónica que reflejaba la vida de una familia real: el matrimonio, un hijo varón y una hija mujer, todos con los problemas cotidianos de la clase media. Con los años se sumaron destacados personajes que también lograron gran repercusión. Comenzaron al mediodía, luego pasaron a la noche y se convirtieron en un nombre propio de la historia de la radiofonía local. Acuñaron una frase que todavía hoy se escucha: "Tiene más problemas que los Pérez García".

Dentro del género de la ficción radiofónica, "Los Pérez García" figuran en un lugar preferencial. El fenómeno identificatorio que provocaba en la audiencia resulta todavía hoy inédito. Todo lo que sucedía en esa familia era compartido por una audiencia que, a partir del momento que sonaba el teléfono y la voz de uno de sus integrantes respondía: "Sí, usted está hablando con la casa de los Pérez García", no se perdía detalle de lo que acontecía en cada capítulo muy breve, apenas 15 minutos diarios.

Escuchar a "Los Perez García" producía en cada familia prácticamente un ritual (la TV aún no existía), con todos sus integrantes reunidos alrededor del receptor para reírse, emocionarse, entretenerse o preocuparse con los avatares que atravesaba cada uno de los personajes. El ciclo permaneció en el aire 25 años (de 1942 a 1967) y comenzó en los mediodías con libretos de Oscar Luis Massa, pero cuando éste se convirtió en director general de la radio de Editorial Haynes tomó la posta Luis M. Grau, quien sobre los lineamientos de Massa logró los años de mayor éxito del ciclo, que coincidieron con su pase a la franja nocturna.

En ese horario, Radio El Mundo, desde sus espléndidos estudios de Maipú 555, ofrecía un incomparable combo que se prolongó durante diez años: a las 19.30, "¡Qué pareja!", el ciclo de Blanquita Santos y Héctor Maselli; a las 19.45, un espacio musical con "Héctor y su Jazz"; a las 20, el recordado "Glostora Tango Club", y a las 20.15, "Los Pérez García", con el auspicio de Mejoral.

La familia Perez García estaba conformada por don Pedro (Martín Zabalúa), doña Clara (Sara Prósperi) y sus hijos Raúl (Jorge Norton) y Luisa (personaje iniciado por Perla Black, a quien siguieron Celia Juárez y Pepita Férez). Con el tiempo, Raúl se casó con Mabel (Nina Nino), que había ingresado en la casa como mucamita, pero que siempre fue tratada como una hija más. De esa unión nacieron Clarita (interpretada por Marta Patiño y María de los Angeles Ibarreta) y Pedrito (Martín Zabalúa nieto y Norberto Suárez). Luisa se casó con Tito (Julián Bourges), que fueron padres de Cachito (Gloria Lopresti y, luego, Emilio Comte). Los amigos de la familia eran Castilla (Gustavo Cavero), compañero de don Pedro en la compañía de seguros, y su esposa Catalina (Esperanza Otero). Cuando Zabalúa murió en 1955, el autor no reemplazó al personaje de don Pedro, Clara se convirtió en viuda y apareció el tío Juan (Alfredo Marino), hermano de Pedro, erigido en gran consultor familiar. Vale recordar que Martín Zabalúa fue el padre de Tincho Zabala.
El testimonio de Nina Nino

Tras una larga búsqueda, LA NACION dialogó telefónicamente con Nina Nino, que hoy reside en Mar de Ajó. "Yo participé durante 20 años, desde 1947 a 1967, recreando a un personaje que pergeñó especialmente el autor para mí. Comencé casi siendo una niña: tenía 13 años y todavía mi abuelita me iba a buscar al colegio. Pero yo trabajaba desde los cinco años con la actriz Julia de Alba, que fue quien incorporó a Alfredo Alcón a su compañía y lo hizo debutar con ella en Radio El Mundo", relata Nino.

- ¿A qué atribuye el éxito de esta familia?
A que era como cualquiera de las familias de ese entonces. Se vivía de otra manera, con otros códigos, otra moral, y cada uno de los que escuchaba el programa se veía reflejado en los personajes. Además, siempre había una moraleja, un consejo que se daba al final de cada capítulo, pues el programa era unitario. Después los episodios se hicieron semanales y la trama se resolvía de lunes a viernes, pero siempre quedaba una enseñanza. Nos dábamos cuenta que el oyente encontraba el camino por seguir gracias al programa. Un padre le quería explicar algo a su hijo y no sabía cómo hacerlo, hasta que el ejemplo lo encontraba en nuestro programa, en las palabras de don Pedro. Allí estaba la solución para los problemas de la vida real.

- ¿Cuál era la rutina del programa?
Interiorizarnos con el libreto y al menos leerlo una vez para saber lo que teníamos que decir, porque nos reuníamos a las 19.45 y el programa salía al aire a las 20.15. En ese tiempo dialogábamos con los locutores, que eran verdaderos genios: Cacho Fontana, Antonio Carrizo y Susy Morales, que tenía muy buena voz, era muy linda y nos contaba chistes antes de salir al aire. El programa duraba 15 minutos, pero con la presentación, el copete y despedida final, de libreto se reducían a diez. Y siempre estábamos atentos a las señas de un maestro de los efectos de sonido, Nicolás Catalán. Los que integrábamos ese elenco no éramos solo conocidos, sino una verdadera familia.

- ¿Cómo vivieron la repercusión que tenía el programa?
Por la gente en la calle, por la que nos esperaba en el hall de la radio, por las cartas que recibíamos. Recuerdo que con el casamiento entre Mabel y Raúl, en 1955, se organizó un concurso para ver qué día se casaban y en ese momento recibimos montañas de cartas. A la fiesta de casamiento vinieron Alcón, Angelito Labruna, Blanquita y Héctor, mucha gente conocida, pero como fue el año de la Revolución Libertadora y la Gendarmería estaba adentro de la radio, el público no podía asistir a ninguna transmisión. Lo más trascendente ocurrió con la muerte de Martín Zabalúa, que dejó un doble dolor, el nuestro y el de la audiencia, porque la gente se acercaba en multitudes a la radio para darnos las condolencias. Por eso no fue reemplazado.

- ¿Cuál es su ocupación hoy?
Manejo una especie de minimercado en Mar de Ajó, cerca del muelle y a 80 metros del mar. Desde 1967 vivo en esta ciudad. Cuando terminaron "Los Pérez García" yo estaba haciendo en TV "Mujeres en presidio", de Alberto Migré, con María Aurelia Bisutti, Jorge Mistral y Susana Campos. Allí personificaba a Sor Clorinda.

- ¿Qué anécdotas relacionadas a su personaje recuerda?
Hay muchas mujeres, ya grandes, que se llaman Mabel por mi personaje. Y una vez, en plena gira, que hacíamos en un pequeño colectivo, parecido a uno de línea, terminamos de hacer la función de la noche cerca de Santa Fe, y en la mitad del camino nos paró la policía caminera. La mayoría dormía porque teníamos que llegar al otro pueblo para realizar una nueva función. El agente de la caminera se acercó y le preguntó al chofer: «Perdóneme, ¿es verdad que en este colectivo viajan los Pérez García? ¿Podríamos verlos?» Tuvimos que despertarnos todos y saludar a la policía. Y con motivo de mi casamiento radiofónico con Raúl recibimos infinidad de regalos. Todavía recuerdo una biblioteca muy linda y un par de sillas. Una se la quedó Jorge Norton y otra yo. Está guardada en mi negocio.

- Algunos de los personajes utilizaban latiguillos.
Lo más característico era que a Raúl le gustaban mucho las milanesas y siempre las robaba cuando las estábamos friendo, por eso siempre lo retábamos. Después, por ejemplo, él decía: "¿No hay pan fresco?" "Sí -le contestábamos-, hay pan fresco, pero para el almuerzo. A la mañana hay que comer las tostadas para aprovechar el pan de ayer." El slogan importante era el saludo telefónico del comienzo. Un día, por hacerle un chiste a la locutora por su cumpleaños, Zabalúa dijo: "Sí, Susy, esta es la casa de los Pérez García", y desde ese día llegaron cientos de cartas de oyentes pidiendo que los nombraran. Un muchacho del control central tenía a su hijo enfermo y debía ponerse una inyección tres veces por semana y sólo se la dejaba dar si nosotros lo mencionábamos en el programa. Así que todos los días nombrábamos a tres o cuatro personas.

Por Alicia Petti
Fuente: diario "La Nación"
´Más información: www.lanacion.com.ar


Radio y lingüística

La política lingüística del Estado argentino en la radiofonía
(Fragmentos)


El 10 de junio de 1943, el Director General de Correos y Telégrafos, el teniente coronel Aníbal F. Imbert, nombrado por el gobierno militar presidido por el general Pedro P. Ramírez, envió a los propietarios de las estaciones de radiodifusión una circular donde les solicitaba su cooperación para que se diera cumplimiento riguroso, sin excepción alguna, de las disposiciones referidas a las transmisiones radiotelefónicas insertas en la tercera edición de la Colección de Disposiciones Vigentes Nº 23 B, titulada "Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión", que regulaban, entre otros aspectos, el uso del idioma, en especial en "Rellenos o números carentes de valor artístico" (título VII), "Canciones y letras cantables" (título VIII) y "Obras de teatro y similares" (título IX).
Por otra parte, el gobierno militar creó el Consejo Supervisor de Radiocomunicaciones, que hizo depender de la Dirección de Telecomunicaciones y que constituyó con dos organismos de revisión y asesoramiento técnico, el Consejo Ejecutivo y el Consejo Asesor. El Consejo Ejecutivo fue integrado por funcionarios de esa Dirección, tres de ellos especialistas en lingüística e historia, dos en música y dos en técnica de las transmisiones. A este Consejo se le otorgó la función de organizar la lectura, análisis y juicio de las obras teatrales, conferencias, charlas, disertaciones, comentarios de cualquier índole, textos comerciales y letras para música que se irradiasen en todo el país. Al mismo tiempo, se dispuso la prohibición de que este material se difundiera sin la previa visación del Consejo, es decir que el organismo fue creado para ejercer la censura previa. El Consejo Asesor, que actuaría presidido por el Director de Telecomunicaciones, fue integrado con representantes de instituciones que estuvieran dispuestas a colaborar "ad honorem" y tuvo la función de expedirse -en un plazo de cinco días- sobre la obra y material de transmisión que sometiera a su juicio el Consejo Ejecutivo o el Director de Telecomunicaciones.
Dentro de una política de estricto control de la radiofonía, la Dirección de Correos y Telégrafos decidió no dar curso a los expedientes presentados durante el gobierno de Castillo, relativos a pedidos de concesiones o permisos para explotar nuevos servicios o modificar los ya concedidos, y canceló la licencia de Radio Mitre y de Radio Rivadavia, bajo el argumento de que habían cedido la explotación a terceros.
La circular enviada por el Director General de Correos y Telégrafos, que solicitaba con un tono diplomático la colaboración de los dueños de las radioemisoras pero que encubría un modo de intervención imperativo para el ámbito nacional que actuaba en un entorno lingüístico específico, la radiofonía, focalizaba algunos títulos de las "Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión". En lo referido al uso del idioma, se trataba del título VII, art. 1º, inciso c.:

Evitar el uso de modismos que bastardean el idioma y, en particular, lo relacionado con la comicidad de bajo tono que se respalda en remedos de otros idiomas, equívocos, exclamaciones airadas, voces destempladas, etc. que está prohibido en el título VII, Art. 1º, inciso c.8

La circular hacía hincapié en el cocoliche ("remedos de otros idiomas"), que era representado de modo negativo al ser asociado a "modismos que bastardean el idioma", es decir que lo apartaban de su pureza, y a "comicidad de bajo tono". Asimismo, "remedios de otros idiomas" funcionaba como un equivalente aproximado de "equívocos, exclamaciones airadas, voces destempladas", de modo tal que era asimilado al doble sentido ("equívocos"), una emotividad alterada ("exclamaciones airadas") y la falta de mesura (voces destempladas").

Por otra parte, la circular afirmaba:

Como normas generales se hace saber a Ud.:
1º- Que en toda clase de transmisiones, sin excepción alguna, debe cuidarse con rigurosa escrupulosidad una absoluta corrección en el empleo del idioma castellano, evitando toda palabra del 'argot` o bajofondo y los modismos que lo desvirtúan y son tan comunes en el decir corriente, como 'salí`, 'andá`, etc., etc.

En estas palabras, quedaba del todo claro que la política lingüística implementada por el gobierno militar en la radiofonía tenía una orientación purista, que representaba el voseo como una forma incorrecta y un modismo que desvirtuaba el idioma castellano, colocado en un mismo nivel estigmatizado que el lunfardo, aludido en la referencia al "'argot` o bajofondo". La aceptación de que el voseo era de uso común ("tan comunes en el decir corriente") manifestaba, también, que esa política se enfrentaba abiertamente a prácticas lingüísticas consolidadas, por lo que era fuertemente represiva respecto de ellas.
La política lingüística del gobierno militar se insertó en el marco de una serie de medidas que compartían con ella una fuerte impronta represiva, como la creación de la Policía Federal para coordinar y reforzar la acción de los cuerpos policiales municipales o provinciales, una ola de arrestos de dirigentes y conocidos militantes del Partido Comunista y una embestida contra el sindicalismo, que se expresó, entre otros indicadores, en la disolución de la CGT nº 2, sector mayoritario de la Confederación General del Trabajo -dividida desde octubre de 1942- y apoyo sindical de la actividad política del Partido Socialista y del Partido Comunista.
El diario El Mundo, asociado desde 1935 con todas las publicaciones de la poderosa Editorial Haynes en la propiedad de Radio El Mundo, fue el único que se destacó por oponerse, aunque indirectamente, a la política lingüística adoptada por el nuevo régimen en la radiofonía, lo cual era comprensible dado que defendía los intereses de esa radio, que transmitía el exitoso programa "El hermano José", nombre de un personaje interpretado por el actor Pepe Arias que había popularizado el término "filipipón", explícitamente condenado por las autoridades militares.
El 15 de junio, El Mundo publicó un comentario firmado por "Vizconde de Lascano Tegui", titulado "Diccionario sobre pueblos vivos", que si bien no tematizaba explícitamente lo que estaba sucediendo en la radiofonía, formulaba una enérgica condena del academicismo y del purismo a favor de los usos lingüísticos argentinos, lo cual permitía que fuese leído entrelíneas como un cuestionamiento a las medidas sobre el idioma adoptadas por las autoridades militares. Por un lado, El Mundo designó al Diccionario de la Real Academia Española con expresiones axiológicas negativas: "el libraco que `limpia, fija y da esplendor', como grita en su cabecera", "una forma inquisitorial de un medioevo totalitario", "una guía vetusta e inactual" y "el mamotreto". Por otra parte, comparaba el idioma español correcto y castizo con el ramo de flores marchitas de un velorio:

Tal vez ese idioma español mal hablado de los argentinos sea, gracias a la energía y a la capacidad con que lo empleamos, el idioma de toda América. El otro, el bueno, el correcto, el castizo, se lo llevarán como un ramo de flores devitalizadas, en sus ataúdes forrados con raso blanco, las feas solteronas que la selección de la vida tumultuosa, bravía, enérgica, creadora habrá despedido a mejor vida.

El Mundo se oponía a quienes identificaban el español bueno y correcto con el español castizo, que quedaba asociado con las "flores devitalizadas", los "ataúdes" y las "feas solteronas" y funcionaba como una oposición de "la vida tumultuosa, bravía, enérgica, creadora". La valoración positiva de la urbe moderna, connotada en la mención a "la vida tumultuosa", era otro aspecto que diferenciaba a este diario de otros, que criticaron el cosmopolitismo de Buenos Aires cuando avalaron la política lingüística del gobierno militar en la radiofonía. Para apoyar el español hablado por los argentinos que no respondía a la norma peninsular, El Mundo empleó, asimismo, un argumento que remitía de modo intertextual a los debates universitarios del momento. En efecto, de la cita anterior se desprende que el diario planteaba la unidad lingüística del continente americano y entendía que era el español hablado por los argentinos, no el español castizo, el que podía aspirar a liderar esa unidad.
Pero El Mundo no se limitó a criticar implícitamente el academicismo y el purismo que inspiraban la política lingüística del régimen militar en la radiofonía, sino que promovió una medida específica que se enfrentaba a ella y que buscaba legitimar los usos lingüísticos de la Argentina: "Hay que preparar un diccionario argentino, catálogo de las voces que se emplean entre personas que usan la trama del idioma español". Éste debía ser un diccionario de usos que incorporara el habla real de los argentinos: "Por eso el tono aristocrático de los diccionarios debe cambiar democratizándose. Debe recoger y almacenar las voces del pueblo, estén o no pulidas por los literatos". Se trataba, en suma, de la promoción de un liberalismo político- lingüístico que se oponía de modo implícito al intervencionismo del gobierno militar sobre el uso del idioma en la radiofonía.
La política lingüística en la radiofonía del gobierno militar argentino surgido del golpe de Estado de 1943 se implementó en un contexto donde gran parte de la población era de origen inmigrante, aunque la llegada de extranjeros había mermado y había sido suplantada por un proceso de migración interna. Los inmigrantes de ultramar no eran muchos, pero venían con un peligro a cuestas, pues en su mayoría eran exiliados de las dictaduras europeas y varios de ellos fueron deportados por el régimen militar. En relación con la migración interna, se destacaba la constitución de un nuevo proletariado urbano que acompañó el crecimiento del sector industrial, con la consiguiente amenaza del conflicto de clases, agudizada hacia fines del gobierno de Castillo por la insatisfacción de la mayoría de las reivindicaciones obreras, el estancamiento de los salarios y una súbita alza de precios ocasionada por la carencia de ciertos productos importados y por la especulación realizada con artículos básicos.

La necesidad de controlar a aquellas masas migratorias, externas e internas, dio pie a la política lingüística fuertemente represiva implementada por el gobierno militar, que buscó a través de la radiofonía la homogeneización de la norma peninsular, que era la enseñada en la escuela. Esas condiciones sociales, asimismo, resultaron aptas para el retorno en 1943 de posiciones contrarias al cosmopolitismo, xenófobas y/o racistas, revitalizadas, en los diarios vinculados con la derecha nacionalista, por el antisemitismo y la adhesión a los regímenes fascistas europeos. En cuanto a los diarios portavoces de la derecha conservadora, La Prensa se distanció polémicamente de estas posiciones pero La Nación, aunque en parte y con moderación, fue permeable a ellas.
El caso argentino de 1943, la política lingüística se concreta en la interacción de intereses y posiciones de diversos participantes, que pueden asumir concepciones político-lingüísticas y papeles diferentes. Indagar cuánto y cómo influyeron los papeles desempeñados por la prensa escrita en la fiscalización del idioma a cargo del Consejo Supervisor de Radiocomunicaciones y cuáles fueron los otros participantes que intervinieron en el proceso político-lingüístico de 1943 se vislumbra como una tarea que complemente el estudio realizado
María Alejandra Vitale


Guerra de lenguajes. Prensa escrita y política lingüística en la radiofonía argentina: el caso de 1943
Instituto de Lingüística, Universidad de Buenos Aires
© 2011  Universidad Nacional del Sur
Departamento de Humanidades
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sábado, 30 de julio de 2011

Jorge "Cacho" Fontana - Fontana Show

El Fontana Show
(1999) Cacho Fontana volvió a FM de la Ciudad para hablar de tango
  
Dedicación. Para recuperar el tiempo perdido. Se acerca con cierta desconfianza. Las circunstancias de su vida -quizá sus propias elecciones o las de otros sobre las que no tuvo ingerencia- le dejaron el leve tic de ponerse en guardia frente a un grabador. Pero hablar de la radio -indudablemente su hábitat natural- lo relaja y, finalmente, se entrega. Jorge Cacho Fontana volvió a la radio por... -¿para qué preguntar cuántas veces fueron?- enésima vez. No le interesa dar datos precisos. Lo que quiere es contar esa experiencia de volver al aire, eso que se autonegó hace mucho tiempo y eso que intenta recuperar poco a poco.
"Para mí volver a FM de la Ciudad es lo mismo que volver a la BBC de Londres, porque lo hice con la misma responsabilidad y, además, creo en lo que puedo brindar", dice en el mismo color de voz que para cualquier mayor de 25 años despierta inevitables recuerdos.

En diciembre último estrenó espacio en el 92.7 del dial, con El espectacular de la ciudad (domingos, de 18 a 21), un programa de tangos en el que la visita de una personalidad sirve de excusa para desandar temas, compositores, bares y memorias.

"Intentar darle un perfil propio a mi programa en una emisora como ésta, en la que durante las 24 horas se pasa tango, era un desafío. Por eso los invitados, que desde distintas profesiones -no necesariamente vinculadas estrechamente con el 2x4- me permiten un acercamiento diferente. De hecho busco el disenso, ya que el tango, como el fútbol, es un tema de no fácil encuentro de opiniones."

Su tête-à-tête con el tango no es nuevo, ni mucho menos. La primera vez que habló frente a un micrófono fue presentando una orquesta típica en la sala Argentina para luego pasar a ser el animador de la orquesta de Domingo Federico -en la que reemplazó a un tal Jorge Hidalgo, que no era otro que Carlos Carella, que abandonaba la animación para dedicarse a la actuación- en el Tango Bar.

Viejos y nuevos tiempos

Si bien la televisión le prestó imagen a su voz y no había taxista que no lo recibiera con un enfático ¡ con seguridad! al abrir la puerta del coche, es la radio la que a Fontana lo mueve a la nostalgia.

Y no es para menos, El Fontana Show - en las décadas del 50 y 60- marcó un punto de inflexión en la radio, de tal manera que aún hoy, a 25 años de su salida del aire, son varios los locutores y conductores que lo recuerdan como si hablaran de la temporada última.

"El programa duró casi 15 años y en ese tiempo tuvo varias estructuras. De contar con cuatro guionistas de la calidad de Miguel Coronato Paz, Abel Santa Cruz, Alberto Migré y Hugo Moser llegó a tener diez. De ser grabado y con una duración de sólo una hora, pasó a ser en vivo y con cuatro de aire. Pero creo que lo que ayudó a innovar algo fue que posicionó la mañana como el horario fuerte de la radio.

Cuando me nombraron locutor de la mañana en Radio El Mundo -para mí era estar cumpliendo el sueño de mi vida-, ése era un horario casi desprestigiado (sin la televisión, el horario fuerte de la radio era la noche), pero con Beba Vignola -que junto con Antonio Carrizo fueron mis grandes maestros- y Rina Morán logramos revertir la situación. De todas maneras el formato ya estaba, yo quizá lo puse en evidencia", rememora Fontana.

Rescatarlo de los recuerdos cuesta un poco, pero al fin no se resiste. -¿A quién le gusta escuchar en radio?
-Por una cuestión profesional escucho a todos. Casi no paro en ningún punto del dial, pero si tengo que elegir a alguien definitivo en la mañana sería a Mario Pergolini. Tiene el idioma de este tiempo, y con ese lenguaje puede hacer un buen programa, cosa que cuesta encontrar. Tiene una fuerza y un temperamento especiales, además de buen humor e inteligencia.

Si bien hay dos generaciones de jóvenes que no lo conocen, si bien se siente par de la gente de la tercera edad, si bien viene en un formato más moderado -Fontana Modulado, dice él en alusión a la FM- más tranquilo, más conversador que enfático, Cacho Fontana está en la radio para hacer de su trabajo un momento de placer porque, como casi deletrea -para que no quepan dudas-: "Salvo Turner que se pone de acuerdo con Saddam para maquillar la tropa y atacar a las nueve de la noche, todo lo demás lo hace la radio".

Verónica Pagés

Viernes 15 de enero de 1999 | Publicado en edición impresa de La Nación

Primeras normativas radiales

La radio y las primeras normas sobre radiodifusión


El 26 de agosto de 1920 desde el teatro Coliseo de la ciudad de Buenos Aires Radio Argentina transmitió íntegramente la ópera de Wagner “Parsifal”.
Las transmisiones de Radio Argentina tuvieron una rápida aceptación. Como expresa Ricardo Gallo “la novedad, regularidad y gratuidad del servicio fueron motor suficiente para que el público comenzara a requerir del mercado aquellos receptores de galena”(1991); dos años después de la instalación de esa emisora los comerciantes encargados de la venta de aparatos receptores decidieron agruparse para estimular sus ventas y crearon Radio Sud América.
La radiodifusión no estaba prevista en ninguna norma legal -sólo se contemplaba el servicio radiotelegráfico- por lo que las dos emisoras se instalaron sin permiso oficial y funcionaban sin atenerse a ninguna reglamentación.
En la instalación de la tercer emisora sí tuvo una participación el Estado, ya que el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires otorgó un permiso oficial para el funcionamiento de Radio Cultura aceptando su financiación con publicidad comercial.
Es decir que en nuestro país con la instalación de las tres primeras emisoras, sin contabilizar aquellos intentos que no llegaron a establecerse como verdaderas estaciones, existían tres sistemas diferentes de financiación: transmisión sin publicidad y sin subvención (Radio Argentina); la subvencionada por comerciantes de la radioelectricidad (Radio Sud América) y la financiada por medio de la publicidad comercial (Radio Cultura). Al poco tiempo se consolidó definitivamente esta última solución, siendo la radiofonía argentina explotada por capitales nacionales.
En tanto que la primera licencia oficial -recordemos que a Radio Cultura sólo se le otorgó un permiso- fue otorgada a Radio Argentina el 19 de noviembre de 1923, luego de tres años de funcionamiento. El encargado de otorgar dicha licencia fue el Departamento de Marina, quien ejercía jurisdicción de acuerdo con la normativa vigente.
Los primeros instrumentos que se dictaron para encuadrar a la radiodifusión dentro del ordenamiento jurídico fueron para remitirlos hacia las leyes que legislaban las distintas formas de telecomunicaciones: telégrafos, teléfonos y radiotelegrafía.
La equiparación con los telégrafos tenía como fundamento el artículo 67 inciso 12 de la Constitución Nacional, antes de la reforma de 1994, que entre las atribuciones que confería al Congreso Nacional, establecía: “Reglar el comercio marítimo y terrestre con las naciones extranjeras y de las provincias entre sí”, entendiéndose el vocablo “comercio” no sólo como intercambio o transacción pecuniaria, sino también englobando distintas formas de transporte y de comunicaciones. La Corte Suprema de Justicia había estimado que “(...) debían considerarse incluidas también las estaciones transmisoras de broadcasting o de difusión que en consecuencia, quedarían sujetas a todas las obligaciones y gozarían de todos los beneficios de la Ley 750 ½” (de Telégrafos Nacionales).
El primer decreto que se refiere a las radiocomunicaciones, aunque sin regular ningún aspecto, fue el Decreto del 28 de diciembre de 1922 que firmó el Presidente Alvear y creaba una comisión especial encargada de elaborar un proyecto de ley de radiocomunicaciones. La comisión logró su objetivo y presentó al Congreso Nacional un proyecto de ley, que si bien tuvo despacho de Comisión en la Cámara de Diputados, nunca fue sancionado.
No se dictó una ley que contenga disposiciones de fondo referidas específicamente a la radiodifusión, pero de las distintas leyes supletorias y de las distintas reglamentaciones que se fueron dictando, surgía que la radiodifusión era de carácter nacional, realizada por el Estado o por quien éste autorice, siempre bajo la jurisdicción de algún departamento del ejecutivo.
Los distintos decretos que se dictaron para reglamentar la actividad siempre procuraron cuidar el principal objetivo de la radio: “ofrecer al radioescucha audiciones altamente artísticas y culturales”.
A falta de una ley que ejerciera una dirección de los servicios de radiodifusión, la tarea del Estado era la de fiscalización. Las sanciones disciplinarias que se aplicaron entre los años 1929 y principios de 1939 equivalían 5540 horas de transmisión, agrupándose sus principales causas de la siguiente forma:
“Suspensiones por excesos de publicidad e incumplimiento de las normas generales de servicio; transmisiones inmorales y otras contrarias a la función cultural de los programas; campañas tendenciosas y noticias falsas; y por infracciones técnicas” (2).
Más allá de la acción represiva y vigilante ejercida por el órgano de contralor, de los distintos decretos se va a ir delineando el carácter de la radiodifusión como servicio público, con la consiguiente potestad del Estado para ejercer su regulación a través de distintos órganos, según el momento de dictarse la normativa.

Javier Torres Molina/Darío Vive
Rebelión

sábado, 23 de julio de 2011

Tango

El tango en la radio

Recordaba  Rosita Quiroga: «Fui la primera intérprete solista que intervino en la radio. Nuestra paga se nos hacía efectiva con pocillos de café». Y agregaba Charlo «La hora oficial la tocábamos con Rosita Quiroga, ella sostenía una sartén y yo la golpeaba con un cucharón». Y puede decirse aún más, por ejemplo que en Radio Nacional (luego Belgrano) la misma Rosita hacía también las veces de cocinera; eran célebres sus ravioladas, compartidas con el citado Charlo, Azucena Maizani,  José Bohr y otros de aquellos pioneros. Y cuentan que era común verla ir hacia el micrófono limpiándose apresuradamente las manos enharinadas en el delantal, cosa que, por supuesto, los oyentes ignoraban. Eran los días iniciales de una aventura llamada radiofonía...
Poco antes de que ocurrieran estas anécdotas, que hoy nos hacen reír, pero que entonces eran cosa de todos los días, aparecían las primeras emisoras. La que se adelantó a todas fue Radio Argentina (en principio, Sociedad Radio Argentina), iniciada por obra del doctor Enrique Susini y tres compinches, a los que se llamó "los locos de la azotea", con la transmisión de "Parsifal" de Wagner, desde el Teatro Coliseo.
Le siguió Radio Cultura, ante cuyos micrófonos solían pararse Rosita Quiroga, Luis Díaz, José Bohr y Mario Pardo con sus voces, o Adolfo Rafael Avilés, Próspero Cimaglia y Elio Rietti con sus instrumentos, o Francisco Canaro, Juan Maglio, Domingo Santa Cruz, Roberto Firpo y Osvaldo Fresedo con sus batutas.
También las siguieron, entre los '20 y '30, Radio Prieto, Nacional, Brusa, América, T.F.F., Cine París (estación del cine-teatro de igual nombre), Bernotti, Mayo, Telefunken Service, Federal, La Voz del Aire, Fénix, Callao, Stentor, La Abuelita, Grand Splendid Théatre, Del Pueblo, Porteña, Rivadavia y otras "broadcastings", como se les decía por entonces.
Cuando los tiempos de la galena ya estaban en el olvido, 1932 marcó el comienzo de las curiosas transmisiones de Carlos Gardel efectuadas desde el exterior, cuando tres estaciones locales reemitieron, el 25 de mayo, su actuación por Radio Colonial de París. Posteriormente, el 5 de marzo de 1934, el Zorzal cantó desde la NBC (National Broadcasting Company) de New York, mientras sus guitarristas Barbieri, Riverol  y Vivas lo acompañaban -auriculares mediante-, desde los estudios de la porteña Radio Rivadavia, aunque salían al aire por Splendid.
El 17 de agosto, la experiencia se repitió por la misma radio y, finalmente, el 15 de marzo de 1935, Belgrano lo transmitió una vez más desde la misma ciudad. En ese último año, y luego del deceso del cantor, Radio Callao propalaba la primera audición dedicada exclusivamente a su memoria, con la conducción de Carlos Enrique Cerchetti, que sería retomada por Julio Jorge Nelson, como "El bronce que sonríe". El propio Nelson inició, por la misma emisora, "El éxito de cada orquesta", trasladada luego a Mitre y posteriormente a Rivadavia.
En 1933, le puso su voz a la radio "el más popular de los "acuarelistas" porteños", Lopecito (Juan Francisco López), quien en 1937, inició su muy extenso ciclo "De Villoldo a Gardel", al que habría de sumar "Esquinas porteñas" y, entre otras, "Tanguerísima", la última de sus audiciones por Radio Atlántida, de Mar del Plata.
En el '34, el incontenible auge de la radiofonía llevó al iniciador del cine sonoro, Eduardo Morera, a filmar "Ídolos de la radio", con Ada Falcón e Ignacio Corsini. Pronto aparecieron las revistas especializadas, como Radio Cultura, Radio Revista, Micrófono, Radiolandia (ex La Canción Moderna), Sintonía, Antena y otras.
El '35 vio nacer a Radio El Mundo y, más o menos en la misma época, surgieron los nombres que -junto a algunos de las ya citados-, estaban destinados a perdurar, como Excelsior (ex Brusa), Belgrano (ex Nacional), Municipal, Antártida (ex Fénix), Splendid (ex Grand Splendid Théatre), Rivadavia (ex Radio Muebles Díaz), etcétera.
Entretanto, por Nacional, Stentor y Fénix, pasaba sucesivamente un importante espacio tanguero: "Tangos, autores e intérpretes", que conducían Héctor y Luis Jorge Bates, cuyos reportajes a célebres figuras del género constituyeron, en 1936, el libro "La historia del tango".
Las audiciones consagradas especialmente al género son, desde los comienzos hasta nuestros días, una cantidad importantísima y algunas de ellas han quedado para siempre en el recuerdo popular, como "Ronda de ases", "Grandes Valores del Tango" o el "Glostora Tango Club".
Otras también popularísimas estuvieron a cargo de voces como las de Roberto Giménez ("Mano a mano con el tango"), Antonio Cantó ("Mundo de tango"), Raúl Moyano ("Música de Buenos Aires"), Jorge Serrano "Serranito" ("El tango y sus estrellas"), Alberto Palazón ("Tangos... ¡y qué tangos!"), Lito Bayardo ("Ídolos del tango"), Esteban Decoral Toselli ("Sábados argentinos"), Josecito Pace ("Alma de tango"), Roberto Casinelli y Raúl Outeda ("Gente de tango", "La hora del tango"), Alejandro Romay ("Lluvia de estrellas"), Juan Zucchelli ("El tango y sus ases"), Francisco Ducca ("Tiempos viejos"), Osvaldo Martín ("Una cita con el tango"), Saúl del Cerro ("Sabor a tango"), Oscar Julio Vidal ("Recordando al Ruiseñor"), Tito Sobral ("Estampas de antaño"), Alberto Zabalza ("Voces de mi ciudad" y "Ronda de orquestas"), Odín Fleitas ("Hoy juega el seleccionado del tango"), Julio César Marini ("Un tango y dos palabras"), Alcira Musa ("Y el pueblo no los olvida"), Francisco García Gimenez ("El tango, historia de medio siglo"), Roberto Carde ("Ronda de estrellas"),Julián Centella ("Por estas calles del tango", "En una esquina cualquiera", "La mesa cuadrada del tango" y "Desde una esquina sin tiempo"), Roberto Tarzi ("Esquinas de tango"), Jorge Vilela ("Por las veredas de Alsina"), Hugo Campos ("Esencia de tango"), Luis Dalessio ("Trasnoche de tango"), Lidia Sánchez ("Los tangos de Buenos Aires"), Juan Carlos La Madrid ("Tango y jazz, mellizos de América"), Luis Adolfo Sierra ("Nuestro tango es así"), Roberto González Rivero "Riverito" ("En cada país un tango"), Héctor Negro ("Buenos Aires Tango"), Oscar del Priore ("A través del tango"), Alberto Príncipe ("Los viejos tangos del '40"), Lionel Godoy ("La noche con amigos"), Néstor Pinzón ("Siempre el tango"), Felipe Yofre ("¿Dónde te encuentro, tango?"), Norberto Malbrán ("Recorriendo con tangos el país"), Silvio Soldán ("Soldán esquina tango"), Jorge Bocacci ("Bocacci a tango limpio"), y tantos otros.
Hoy, más allá de que sean sólo memoria los bailables de los domingos, los micros de Juancito Díaz, el fueye cadenero de Pichuco en "Con T de Troilo" o la voz barriobajera de Alberto Castillo en la "Audición Federal", tango y radio siguen siendo algo así como sinónimos.
Roberto Selles

Originalmente publicado en el fascículo 28 de la colección Tango Nuestro editada por Diario Popular. Bajado de todotango.com

lunes, 18 de julio de 2011

La radio en la Argentina

La historia de la radio en la Argentina






Estudiaban Medicina en la Universidad de Buenos Aires y terminaron siendo los responsables de la primera transmisión de radio del país y, dicen algunos, del mundo. Fue hace 90 años, el 27 de agosto de 1920. Ya desde 1917 a Enrique Telémaco Susini, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza los llamaban los locos de la azotea por las antenas que tenían en las terrazas de sus casas desde que se convirtieron en radioaficionados fanáticos y en pioneros de la radiodifusión argentina.

Ellos fundaron la radio en el país. A las 21 horas del 27 de agosto de 1920, cuando desde el Teatro Coliseo transmitieron la ópera Parsifal, de Richard Wagner, para que la escucharan los pocos adelantados que tenían en sus casas una radio. Con la transmisión de Parsifal se inauguró también la primera emisora nacional: LOR, Radio Argentina, que tuvo competencia dos años después: LOX Radio Cultura, la primera radio con publicidad.

La pasión de los locos de la azotea había comenzado 10 años antes, cuando, en 1910, el ingeniero Guillermo Marconi, creador de la telegrafía inalámbrica, visitó la Argentina. En ese momento, Enrique Susini y sus compañeros quedaron deslumbrados por la revolución tecnológica desarrollada por Marconi y no se detuvieron hasta transmitir Parsifal.

Los locos de la azotea vendieron Radio Argentina poco tiempo después, para crear Via Radiar, una empresa dedicada a las comunicaciones de larga distancia. En 1930 recibieron la asombrosa suma de 200 millones de dólares por la compañía, dinero que invirtieron en la creación de los estudios Luminton, pilar del cine argentino en sus mejores años.

Aunque sea Enrique Telémaco Susini el más recordado, los cuatro precursores de la radio hicieron recorridos relevantes en sus vidas profesionales. Susini se recibió de médico otorrinolaringólogo, pero también fue profesor de canto y de violín, y hasta director del Teatro Colón. Dirigió además una película con Lola Membrives como protagonista, "La chismosa", en 1938. Su sobrino Miguel Mujica era el más joven. También médico, llegó a ser ministro de Comunicaciones durante el gobierno de Arturo Frondizi. César Guerrico fue un médico de renombre y director de Radio Splendid. Y el radiólogo Luis Romero Carranza fundó la primera fábrica de celuloide virgen para cine.

Juntos, hace 90 años, comenzaron la larga historia de la radio en la Argentina. 

Diario Clarín, agosto de 2005

sábado, 16 de julio de 2011

Las Radionovelas

Radionovelas, sonidos de la imaginación

A través de la magia de la radio, el auditorio podía ver con los ojos de su imaginación las escenas que ingeniosamente le eran narradas.


Un monje, solitario, demente, en un convento habitado sólo por él, subía al coro con lentitud y, a los acordes tenebrosos pulsados por sus huesudas manos en el viejo órgano, contaba historias de terror cuya verdad nadie sino él conocía. Con voz de ultratumba alarmaban a quienes lo escuchaban: “Nadie sabe... nadie supo... la verdad, en el horrible caso de...” A continuación narraba la historia de horror más escalofriante que alguien pudiera imaginarse. Al terminar el relato soltaba una carcajada que erizaba los cabellos a cualquiera. Después de escuchar esta radiotransmisión era difícil conciliar el sueño.
La voz de El Monje loco era de Salvador Carrasco, y el maestro Nacho García tocaba el órgano añadiendo el acento melodramático. Un elenco de actores apoyaba la escenificación de los casos que presentaba el conocido monje. Precisamente los espeluznantes relatos constituían la atracción de uno de los programas favoritos de la estación mexicana XEQ. En diciembre de 1941 se sobresaltó el público acostumbrado a sintonizarlo: por la radio se oía el asesinato del cantante Carlos Arciniega. Cientos de radioescuchas llamaron a la policía para denunciar el hecho. De pronto, la XEQ retomó su programación cotidiana y el desconcertado público comprendió que había sido una broma de Luis de Llano, el productor de la época. Desde ese día, de Llano fue conocido como el Orson Welles mexicano. 
Cuando las radiodifusoras de importancia se dieron cuenta de que podían aprovechar la popularidad de la radio en beneficio del teatro, creyeron conveniente conformar pequeñas compañías de actores y actrices para transmitir obras dramáticas. Así, reunieron un repertorio muy peculiar, pues el ruido servía en gran parte para ilustrar la acción, el ambiente y la expresión de los personajes.
El radioteatro y la radionovela eran el vehículo apropiado para que el público echara a volar su fantasía. El oído del radioespectador que escucha una representación teatral cumple una función estimulante para la imaginación. Por virtud de la palabra que describe la escena, del clima creado con rumores y con música, del diálogo palpitante de sugerencias que sostienen los actores, cada radioescucha asume un aspecto diferente y personal de lo narrado, de acuerdo con la cantidad y la calidad de su propia fantasía.
El espectador recrea la escena e imagina las luces, el fondo en que se mueven las figuras y el aspecto físico del personaje. Su única guía, la sola realidad sobre la cual basa su representación mental, son las palabras y los sonidos que percibe.
El actor de radio debe estar dotado de una voz grata al oído, con buen ritmo, llena de fuerza y correcta dicción, que lo convertirá en el galán que cada radioescucha guarda en su corazón. Si la actriz tiene la voz juvenil y fresca, podrá interpretar a la dama joven del drama, aunque su edad real rebase los cincuenta.
Los sonidistas, hombres de gran creatividad, eran los responsables de cuidar aspectos del sonido para provocar la atmósfera, el ambiente y el clima apropiados. A su cargo estaba la educación auditiva del público: debían lograr que éste reconociera sonidos como el del vapor que se escapa de la locomotora, el silbido de una víbora, el viento que sopla, el llanto de un niño.
Para lograr los efectos necesarios recurrían a abrir cajones, deslizar un papel, pasarse la mano por la roma, oprimir un timbre, descolgar un teléfono, cerrar una puerta, simular los pasos de una mujer... Para que se oyera el fuego de una hoguera, comprimían con las manos el papel celofán de un paquete de cigarrillos. Los disparos eran simulados por martillazos en unas bolsitas de papel que contenían un polvo especial.
El escritor argentino Gustavo Martínez Zuviría, conocido por el seudónimo de Hugo Wast, concedió autorización para que radio Belgrano, estación argentina, adaptara y transmitiera sus obras La casa de los cuervos y La corbata azul. Oscar Beltrán, escritor y comediógrafo, presentó en Radio Prieto de Buenos Aires, una adaptación radiofónica de La Gitanilla, de Cervantes. Radio Fénix Argentina transmitió en episodios la adaptación de la novela La chica del zorro azul: cada tarde se presentaba un capítulo a cargo de la compañía radioteatral de la actriz Ida Delmar, quien tuvo ocasión de cantar y hablar, acciones que eran explicadas con ágiles y matizadas acotaciones verbales.
En México, con motivo del Día de la Raza, XEFO, Radio Nacional, difundió un radioteatro basado en una historia de Germán List Arzubide. Tierra, nombre de la obra, teatralizaba los momentos angustiosos que sufrió Cristóbal Colón la madrugada del 11 de octubre de 1492 al amotinarse su cansada tripulación.


Fragmento de Escenas inolvidables del siglo XX, Reader’s Digest de México, 1998