sábado, 6 de agosto de 2011

Radio y lingüística

La política lingüística del Estado argentino en la radiofonía
(Fragmentos)


El 10 de junio de 1943, el Director General de Correos y Telégrafos, el teniente coronel Aníbal F. Imbert, nombrado por el gobierno militar presidido por el general Pedro P. Ramírez, envió a los propietarios de las estaciones de radiodifusión una circular donde les solicitaba su cooperación para que se diera cumplimiento riguroso, sin excepción alguna, de las disposiciones referidas a las transmisiones radiotelefónicas insertas en la tercera edición de la Colección de Disposiciones Vigentes Nº 23 B, titulada "Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión", que regulaban, entre otros aspectos, el uso del idioma, en especial en "Rellenos o números carentes de valor artístico" (título VII), "Canciones y letras cantables" (título VIII) y "Obras de teatro y similares" (título IX).
Por otra parte, el gobierno militar creó el Consejo Supervisor de Radiocomunicaciones, que hizo depender de la Dirección de Telecomunicaciones y que constituyó con dos organismos de revisión y asesoramiento técnico, el Consejo Ejecutivo y el Consejo Asesor. El Consejo Ejecutivo fue integrado por funcionarios de esa Dirección, tres de ellos especialistas en lingüística e historia, dos en música y dos en técnica de las transmisiones. A este Consejo se le otorgó la función de organizar la lectura, análisis y juicio de las obras teatrales, conferencias, charlas, disertaciones, comentarios de cualquier índole, textos comerciales y letras para música que se irradiasen en todo el país. Al mismo tiempo, se dispuso la prohibición de que este material se difundiera sin la previa visación del Consejo, es decir que el organismo fue creado para ejercer la censura previa. El Consejo Asesor, que actuaría presidido por el Director de Telecomunicaciones, fue integrado con representantes de instituciones que estuvieran dispuestas a colaborar "ad honorem" y tuvo la función de expedirse -en un plazo de cinco días- sobre la obra y material de transmisión que sometiera a su juicio el Consejo Ejecutivo o el Director de Telecomunicaciones.
Dentro de una política de estricto control de la radiofonía, la Dirección de Correos y Telégrafos decidió no dar curso a los expedientes presentados durante el gobierno de Castillo, relativos a pedidos de concesiones o permisos para explotar nuevos servicios o modificar los ya concedidos, y canceló la licencia de Radio Mitre y de Radio Rivadavia, bajo el argumento de que habían cedido la explotación a terceros.
La circular enviada por el Director General de Correos y Telégrafos, que solicitaba con un tono diplomático la colaboración de los dueños de las radioemisoras pero que encubría un modo de intervención imperativo para el ámbito nacional que actuaba en un entorno lingüístico específico, la radiofonía, focalizaba algunos títulos de las "Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión". En lo referido al uso del idioma, se trataba del título VII, art. 1º, inciso c.:

Evitar el uso de modismos que bastardean el idioma y, en particular, lo relacionado con la comicidad de bajo tono que se respalda en remedos de otros idiomas, equívocos, exclamaciones airadas, voces destempladas, etc. que está prohibido en el título VII, Art. 1º, inciso c.8

La circular hacía hincapié en el cocoliche ("remedos de otros idiomas"), que era representado de modo negativo al ser asociado a "modismos que bastardean el idioma", es decir que lo apartaban de su pureza, y a "comicidad de bajo tono". Asimismo, "remedios de otros idiomas" funcionaba como un equivalente aproximado de "equívocos, exclamaciones airadas, voces destempladas", de modo tal que era asimilado al doble sentido ("equívocos"), una emotividad alterada ("exclamaciones airadas") y la falta de mesura (voces destempladas").

Por otra parte, la circular afirmaba:

Como normas generales se hace saber a Ud.:
1º- Que en toda clase de transmisiones, sin excepción alguna, debe cuidarse con rigurosa escrupulosidad una absoluta corrección en el empleo del idioma castellano, evitando toda palabra del 'argot` o bajofondo y los modismos que lo desvirtúan y son tan comunes en el decir corriente, como 'salí`, 'andá`, etc., etc.

En estas palabras, quedaba del todo claro que la política lingüística implementada por el gobierno militar en la radiofonía tenía una orientación purista, que representaba el voseo como una forma incorrecta y un modismo que desvirtuaba el idioma castellano, colocado en un mismo nivel estigmatizado que el lunfardo, aludido en la referencia al "'argot` o bajofondo". La aceptación de que el voseo era de uso común ("tan comunes en el decir corriente") manifestaba, también, que esa política se enfrentaba abiertamente a prácticas lingüísticas consolidadas, por lo que era fuertemente represiva respecto de ellas.
La política lingüística del gobierno militar se insertó en el marco de una serie de medidas que compartían con ella una fuerte impronta represiva, como la creación de la Policía Federal para coordinar y reforzar la acción de los cuerpos policiales municipales o provinciales, una ola de arrestos de dirigentes y conocidos militantes del Partido Comunista y una embestida contra el sindicalismo, que se expresó, entre otros indicadores, en la disolución de la CGT nº 2, sector mayoritario de la Confederación General del Trabajo -dividida desde octubre de 1942- y apoyo sindical de la actividad política del Partido Socialista y del Partido Comunista.
El diario El Mundo, asociado desde 1935 con todas las publicaciones de la poderosa Editorial Haynes en la propiedad de Radio El Mundo, fue el único que se destacó por oponerse, aunque indirectamente, a la política lingüística adoptada por el nuevo régimen en la radiofonía, lo cual era comprensible dado que defendía los intereses de esa radio, que transmitía el exitoso programa "El hermano José", nombre de un personaje interpretado por el actor Pepe Arias que había popularizado el término "filipipón", explícitamente condenado por las autoridades militares.
El 15 de junio, El Mundo publicó un comentario firmado por "Vizconde de Lascano Tegui", titulado "Diccionario sobre pueblos vivos", que si bien no tematizaba explícitamente lo que estaba sucediendo en la radiofonía, formulaba una enérgica condena del academicismo y del purismo a favor de los usos lingüísticos argentinos, lo cual permitía que fuese leído entrelíneas como un cuestionamiento a las medidas sobre el idioma adoptadas por las autoridades militares. Por un lado, El Mundo designó al Diccionario de la Real Academia Española con expresiones axiológicas negativas: "el libraco que `limpia, fija y da esplendor', como grita en su cabecera", "una forma inquisitorial de un medioevo totalitario", "una guía vetusta e inactual" y "el mamotreto". Por otra parte, comparaba el idioma español correcto y castizo con el ramo de flores marchitas de un velorio:

Tal vez ese idioma español mal hablado de los argentinos sea, gracias a la energía y a la capacidad con que lo empleamos, el idioma de toda América. El otro, el bueno, el correcto, el castizo, se lo llevarán como un ramo de flores devitalizadas, en sus ataúdes forrados con raso blanco, las feas solteronas que la selección de la vida tumultuosa, bravía, enérgica, creadora habrá despedido a mejor vida.

El Mundo se oponía a quienes identificaban el español bueno y correcto con el español castizo, que quedaba asociado con las "flores devitalizadas", los "ataúdes" y las "feas solteronas" y funcionaba como una oposición de "la vida tumultuosa, bravía, enérgica, creadora". La valoración positiva de la urbe moderna, connotada en la mención a "la vida tumultuosa", era otro aspecto que diferenciaba a este diario de otros, que criticaron el cosmopolitismo de Buenos Aires cuando avalaron la política lingüística del gobierno militar en la radiofonía. Para apoyar el español hablado por los argentinos que no respondía a la norma peninsular, El Mundo empleó, asimismo, un argumento que remitía de modo intertextual a los debates universitarios del momento. En efecto, de la cita anterior se desprende que el diario planteaba la unidad lingüística del continente americano y entendía que era el español hablado por los argentinos, no el español castizo, el que podía aspirar a liderar esa unidad.
Pero El Mundo no se limitó a criticar implícitamente el academicismo y el purismo que inspiraban la política lingüística del régimen militar en la radiofonía, sino que promovió una medida específica que se enfrentaba a ella y que buscaba legitimar los usos lingüísticos de la Argentina: "Hay que preparar un diccionario argentino, catálogo de las voces que se emplean entre personas que usan la trama del idioma español". Éste debía ser un diccionario de usos que incorporara el habla real de los argentinos: "Por eso el tono aristocrático de los diccionarios debe cambiar democratizándose. Debe recoger y almacenar las voces del pueblo, estén o no pulidas por los literatos". Se trataba, en suma, de la promoción de un liberalismo político- lingüístico que se oponía de modo implícito al intervencionismo del gobierno militar sobre el uso del idioma en la radiofonía.
La política lingüística en la radiofonía del gobierno militar argentino surgido del golpe de Estado de 1943 se implementó en un contexto donde gran parte de la población era de origen inmigrante, aunque la llegada de extranjeros había mermado y había sido suplantada por un proceso de migración interna. Los inmigrantes de ultramar no eran muchos, pero venían con un peligro a cuestas, pues en su mayoría eran exiliados de las dictaduras europeas y varios de ellos fueron deportados por el régimen militar. En relación con la migración interna, se destacaba la constitución de un nuevo proletariado urbano que acompañó el crecimiento del sector industrial, con la consiguiente amenaza del conflicto de clases, agudizada hacia fines del gobierno de Castillo por la insatisfacción de la mayoría de las reivindicaciones obreras, el estancamiento de los salarios y una súbita alza de precios ocasionada por la carencia de ciertos productos importados y por la especulación realizada con artículos básicos.

La necesidad de controlar a aquellas masas migratorias, externas e internas, dio pie a la política lingüística fuertemente represiva implementada por el gobierno militar, que buscó a través de la radiofonía la homogeneización de la norma peninsular, que era la enseñada en la escuela. Esas condiciones sociales, asimismo, resultaron aptas para el retorno en 1943 de posiciones contrarias al cosmopolitismo, xenófobas y/o racistas, revitalizadas, en los diarios vinculados con la derecha nacionalista, por el antisemitismo y la adhesión a los regímenes fascistas europeos. En cuanto a los diarios portavoces de la derecha conservadora, La Prensa se distanció polémicamente de estas posiciones pero La Nación, aunque en parte y con moderación, fue permeable a ellas.
El caso argentino de 1943, la política lingüística se concreta en la interacción de intereses y posiciones de diversos participantes, que pueden asumir concepciones político-lingüísticas y papeles diferentes. Indagar cuánto y cómo influyeron los papeles desempeñados por la prensa escrita en la fiscalización del idioma a cargo del Consejo Supervisor de Radiocomunicaciones y cuáles fueron los otros participantes que intervinieron en el proceso político-lingüístico de 1943 se vislumbra como una tarea que complemente el estudio realizado
María Alejandra Vitale


Guerra de lenguajes. Prensa escrita y política lingüística en la radiofonía argentina: el caso de 1943
Instituto de Lingüística, Universidad de Buenos Aires
© 2011  Universidad Nacional del Sur
Departamento de Humanidades
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