sábado, 16 de julio de 2011

Las Radionovelas

Radionovelas, sonidos de la imaginación

A través de la magia de la radio, el auditorio podía ver con los ojos de su imaginación las escenas que ingeniosamente le eran narradas.


Un monje, solitario, demente, en un convento habitado sólo por él, subía al coro con lentitud y, a los acordes tenebrosos pulsados por sus huesudas manos en el viejo órgano, contaba historias de terror cuya verdad nadie sino él conocía. Con voz de ultratumba alarmaban a quienes lo escuchaban: “Nadie sabe... nadie supo... la verdad, en el horrible caso de...” A continuación narraba la historia de horror más escalofriante que alguien pudiera imaginarse. Al terminar el relato soltaba una carcajada que erizaba los cabellos a cualquiera. Después de escuchar esta radiotransmisión era difícil conciliar el sueño.
La voz de El Monje loco era de Salvador Carrasco, y el maestro Nacho García tocaba el órgano añadiendo el acento melodramático. Un elenco de actores apoyaba la escenificación de los casos que presentaba el conocido monje. Precisamente los espeluznantes relatos constituían la atracción de uno de los programas favoritos de la estación mexicana XEQ. En diciembre de 1941 se sobresaltó el público acostumbrado a sintonizarlo: por la radio se oía el asesinato del cantante Carlos Arciniega. Cientos de radioescuchas llamaron a la policía para denunciar el hecho. De pronto, la XEQ retomó su programación cotidiana y el desconcertado público comprendió que había sido una broma de Luis de Llano, el productor de la época. Desde ese día, de Llano fue conocido como el Orson Welles mexicano. 
Cuando las radiodifusoras de importancia se dieron cuenta de que podían aprovechar la popularidad de la radio en beneficio del teatro, creyeron conveniente conformar pequeñas compañías de actores y actrices para transmitir obras dramáticas. Así, reunieron un repertorio muy peculiar, pues el ruido servía en gran parte para ilustrar la acción, el ambiente y la expresión de los personajes.
El radioteatro y la radionovela eran el vehículo apropiado para que el público echara a volar su fantasía. El oído del radioespectador que escucha una representación teatral cumple una función estimulante para la imaginación. Por virtud de la palabra que describe la escena, del clima creado con rumores y con música, del diálogo palpitante de sugerencias que sostienen los actores, cada radioescucha asume un aspecto diferente y personal de lo narrado, de acuerdo con la cantidad y la calidad de su propia fantasía.
El espectador recrea la escena e imagina las luces, el fondo en que se mueven las figuras y el aspecto físico del personaje. Su única guía, la sola realidad sobre la cual basa su representación mental, son las palabras y los sonidos que percibe.
El actor de radio debe estar dotado de una voz grata al oído, con buen ritmo, llena de fuerza y correcta dicción, que lo convertirá en el galán que cada radioescucha guarda en su corazón. Si la actriz tiene la voz juvenil y fresca, podrá interpretar a la dama joven del drama, aunque su edad real rebase los cincuenta.
Los sonidistas, hombres de gran creatividad, eran los responsables de cuidar aspectos del sonido para provocar la atmósfera, el ambiente y el clima apropiados. A su cargo estaba la educación auditiva del público: debían lograr que éste reconociera sonidos como el del vapor que se escapa de la locomotora, el silbido de una víbora, el viento que sopla, el llanto de un niño.
Para lograr los efectos necesarios recurrían a abrir cajones, deslizar un papel, pasarse la mano por la roma, oprimir un timbre, descolgar un teléfono, cerrar una puerta, simular los pasos de una mujer... Para que se oyera el fuego de una hoguera, comprimían con las manos el papel celofán de un paquete de cigarrillos. Los disparos eran simulados por martillazos en unas bolsitas de papel que contenían un polvo especial.
El escritor argentino Gustavo Martínez Zuviría, conocido por el seudónimo de Hugo Wast, concedió autorización para que radio Belgrano, estación argentina, adaptara y transmitiera sus obras La casa de los cuervos y La corbata azul. Oscar Beltrán, escritor y comediógrafo, presentó en Radio Prieto de Buenos Aires, una adaptación radiofónica de La Gitanilla, de Cervantes. Radio Fénix Argentina transmitió en episodios la adaptación de la novela La chica del zorro azul: cada tarde se presentaba un capítulo a cargo de la compañía radioteatral de la actriz Ida Delmar, quien tuvo ocasión de cantar y hablar, acciones que eran explicadas con ágiles y matizadas acotaciones verbales.
En México, con motivo del Día de la Raza, XEFO, Radio Nacional, difundió un radioteatro basado en una historia de Germán List Arzubide. Tierra, nombre de la obra, teatralizaba los momentos angustiosos que sufrió Cristóbal Colón la madrugada del 11 de octubre de 1492 al amotinarse su cansada tripulación.


Fragmento de Escenas inolvidables del siglo XX, Reader’s Digest de México, 1998

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